Como una pequeña joya blanca y sencilla, esta pequeña construcción de 120 m2 mira permanentemente al Montgó cuya presencia permanente lo convierte en habitante fundamental de la vivienda. Pequeña y recogida hacia el norte, un muro blanco apenas perforado por pequeños huecos. Abierta y esbelta hacia la luz y la montaña, su fachada sur se compone con enormes paños deslizantes de vidrio y voladizos calculados para proteger el interior de los rigores intensos de la radiación solar en el verano. Pavimentos de hormigón pulidos, paramentos de yeso y paneles de madera de arce, constituyen la paleta de materiales con las que se construye el espacio.
Generosamente, se crea una pequeña plaza extramuros donde se aparcan los automóviles, esponjando el denso tejido de pequeñas calles encajonadas entre los descuidados muros que protegen las parcelas.