Estudio
Los espacios de nuestras casas son reconfortantes, receptivos y protectores, pertenecen a lo doméstico, que hoy, más que nunca, debe estar animado por una calma vital.
Intentamos que los interiores satisfagan las necesidades del individuo, que cada espacio individualmente se adapte a su función, que el grupo de espacios respondan al lugar y al contexto donde se asientan.
Necesidades básicas llevadas a un lugar poético:
la vida sencilla bien hecha.
La casa tiene, por tanto, un diálogo con la naturaleza, una capacidad para cargar el espacio alrededor de ella con una energía que puede unirse a otras energías, influir en la naturaleza de las cosas que pueden suceder en su entorno.
Las casas que hacemos reflejan la individualidad de sus propietarios y quieren, además, insertarse en el paisaje con esa anonimidad que solo se consigue construyendo con un lenguaje internamente consistente, que en sí mismo es una extensión de un lenguaje heredado consciente del clima y el lugar.
Lugares que se convierten en parte del cuerpo y del cerebro, reconocidos por su olor o su temperatura, por el viento y el sonido, con la intensidad con la que imaginamos un animal conoce su guarida.